< espóntico >
La desaparición del Piñata me hizo pensar, ¿correría yo la misma suerte? ¿Si alguien tan querido y con el cutis tan perfecto como él pudo desvanecerse qué podía esperar yo siendo el novato del centro?
Como si lidiar con mis miedos no fuera poco, notaba como mi carácter se iba agriando, no sé si por la leche de marca blanca no refrigerada que consumía a diario o porque mi espíritu empezaba a flaquear. Experimentaba cambios bruscos de temperamento, me sentía más irritable, pasaba del llanto a la risa sin entender realmente el por qué, tenía que escapar, sin los gurús psicológicos y likes de las redes sociales en los que delegar mi autoestima mi salud mental dependía de ello.
La huida no iba a ser un desafío menor, pese a tratarse de convictos por delitos no violentos la seguridad era máxima, la tarea de no alertar a la multitud de boquis que custodiaban el perímetro era el primer paso pero lo que realmente me generaba inquietud era lo que me esperaba más allá de los confines del módulo en el que me encontraba y de lo que no tenía ninguna información. Sin embargo, aunque la probabilidad de éxito fuera mínima no tenía otra opción, vivir o morir en el intento. También podía dedicarle más tiempo al plan, obtener más información y asegurar la consecución de la misión pero eso hubiera requerido un esfuerzo al que no estaba acostumbrado y no iba a dejar que eso cambiara por mucho sentido que tuviera. Así pues, decidido a intentarlo, esperé el momento oportuno y cuando el día suspiraba su último aliento lo vi claro, era el momento, comenzaba la huida.
Me repetí a mí mismo una y otra vez frases motivadoras con el fin de generar un procesamiento cerebral incrementado que me ayudara con el reto tan exigente que me esperaba a continuación: “No hay nada imposible”, “el límite es tu imaginación”, “la calidad no es cara”, y cuando por fin sentí la erección cerebral necesaria empecé a correr. Brazos y piernas se movían a toda potencia con sincronización impecable, sentía como cuerpo y mente fluían en una armonía precisa, miles de pensamientos atravesaban mi cerebro vertiginosamente, las frases motivadoras habían funcionado. Me prometí a mí mismo que tras escapar compraría cientos de tazas de café inspiradoras que luego no usaría. Sin embargo, algo no andaba bien, seguía en mi celda, ¿por qué?, ¿acaso me habían pegado la espalda al suelo esos boqui-yonquis esnifa pegamento?
Me estaba quedando sin energía y ya no me acordaba de más frases motivadoras, había perdido mi cargador USB tipo C, la desesperación empezaba a apoderarse de mis pensamientos, sabía que tenía poco tiempo antes de que la negatividad se hiciera con el control de mi cuerpo, ¡ahora o nunca! ¡por Esparta!
..¡oops! Al menos algo escapó ¯\_(ツ)_/¯